El Gremlin ha suspendido (3ª evaluación)

Como todos sabéis, El Gremlin, además de mal comedor, es mal estudiante. Una joyita, vamos. Sé que el día en que pierda sus rizos rubios desaparecerá todo esa masa de madres 2.0 y 1.0 de buena familia que ahora se postulan como suegras, y su padre y yo nos resignaremos a casarlo con una cualquiera. Pero claro, con este currículum, ¿qué otra cosa podemos esperar? Yo por si acaso he empezado a bañarle con champú de Camomila, y si tengo que tirar de Farmatint tampoco me va temblar la mano. Luego no digáis que vais engañadas.

Tras los catastróficos resultados de la primera y la segunda evaluación, pensamos que El Gremlin había tocado fondo. Pero no, si algo no se le puede negar al Gremlin es su capacidad innata para sorprendernos siempre, bien sea con el abanico de colores de sus heces o con el abanico de suspensos que trae a casa

Y no será porque yo no lo haya intentado todo. Siendo pocas o nulas las esperanzas que yo tenía puestas en que mi hijo remontara, después de Semana Santa decidí cambiar de estrategia y tirar por el camino más recto: GANARME A LA PROFESORA. Para ello, durante estos meses me he sometido a mí misma a un programa autodisciplinario muy duro que ha incluido:

– Manejar con soltura palabras extrañas como ítems, tatami o gomets. Construir frases con sentido que incluyeran al menos de una de esas palabras cada día en la puerta de la guardería. Por ejemplo:

“Mi hijo hoy no ha ganado un gomet porque se ha hecho pis en el tatami sin conseguir el ítem del control de esfínteres”

– Asistir a un taller de padres sobre rabietas (nada trendy, un taller sin washi-tape no debería llamarse taller). Participar en el taller activamente sin que se me notase mucho de qué pie cojeo.

– Acompañar a mi hijo a dos “teatros conceptuales” con la guardería de los que no se enteró absolutamente de nada (no me enteré ni yo, como para enterarse la criatura). Fingir que me enteré de todo y que me gustó.

– Recolectar con entusiasmo por toda la casa objetos azules, rojos y amarillos en función del mes para un mural de la guardería. Mentir como una bellaca diciendo que los objetos los elegimos entre el Gremlin y yo, en plan madre e hijo conexión total.

– Aprenderme de corrido los nombres de todos sus compañeros de clase gracias una especie de “Facebook handmade” lleno de babas y mocos que va rotando de casa en casa. Intentar averiguar por qué la gente pone cursiladas sobre sus hijos sabiendo que todos lo vamos a leer.

– Asistir a una tutoría (sí, una tutoría) con la profe del Gremlin a mitad de trimestre en la que me avisó de la actitud “poco colaboradora” del niño y de que le iba a suspender hasta el recreo. Dicha tutoría fue eterna y tuvo lugar el mismo viernes que habíamos quedado a comer con Elisabeth Blumen para el #15J. Tuve que hacer una llamada de emergencia tal que así:

¿Isabel? Oye, mira perdona… sí, soy yo, la del #15J… Sí sí, ya sé que habíamos quedado a comer en veinte minutos, sí… es que estoy en una tutoría en la guarde porque mi hijo de veinte meses no reconoce el color azul y la cosa va para largo… ¿te importa que quedemos a comer a las tres y media mejor?

Afortunadamente no le importó aunque obviamente debió de pensar que yo era imbécil. No la culpo.

– Por último, y para rematar la faena, recurrí al viejo truco del regalito a la profe con, nada más y nada menos que una libreta personalizada de Lanoa que decía algo así como “Mi profe es la mejor”.  A la chica se le saltó una lagrimilla.

CONCLUSIÓN FINAL: Las lágrimas eran de cocodrilo y yo me he pasado tres meses haciendo el gilipollas. El Gremlin se ha presentado con  diecinueve suspensos. Prácticamente uno por cada mes que tiene la criatura.

El boletín de notas no tiene desperdicio, o al menos eso ha debido de pensar la Tamagochi que últimamente tiene gachetobrazos y en un descuido ha decidido dar buena cuenta de él. Ahora tres de los suspensos están en su estómago. Eso es solidaridad fraternal.

Comprenderéis que en esta ocasión, con 19 cates no puedo analizar uno a uno, así que os haré un resumen. Una de las cosas que más me preocupan es que, ya con 20 meses, seguimos sin tener claro si el niño es de ciencias o de letras. Y es que ha suspendido trigonometría de nuevo (lo identificar triángulos no es lo suyo) pero el tema de las palabras, la amplitud de vocabulario y los opuestos también lo lleva fatal. A veces pienso que este niño es más bien de la rama artística porque ha aprobado lo de “pintura de dedos”, pero como tampoco identifica los colores no termino de verlo claro.

Sin embargo, más allá de las asignaturas de ciencias o letras, me preocupa especialmente que El Gremlin haya suspendido en “sensibilidad”. Sí, como lo cuento. El Gremlin ha suspendido dos asignaturas que le delatan como mal compañero:

– No sabe interpretar los gestos propios de los estados de ánimo.

– No consuela a sus compañeros y amigos.

¿Se puede ser peor persona? ¡Es un insensible ante los sentimientos de los demás! ¿Quién no consuela a sus compañeros cuando están tristes? ¿Acaso he parido al próximo Voldemort? Claro, que teniendo en cuenta que cada vez que la Tamagochi llora, el niño le mete el dedo en el ojo y se ríe, a saber lo que hace con los que ni siquiera son sus hermanos.

Tal es el festival de suspensos del Gremlin que la profesora se hace un lío y hasta le ha caído alguna que ya tenía aprobada. Según el boletín de Semana Santa era capaz de quitarse prendas sencillas y ahora ya no. Tenemos que ir a revisión pero ya.

Por último, y para ser justos, conviene matizar algunas de las asignaturas aprobadas:

1-      Colabora activamente en la higiene personal.

2-      Respeta y cuida la naturaleza.

3-      Disfruta de las dramatizaciones.

Con todos mis respetos, 1- El Gremlin es un cerdo y 2- Como salga ecologista en casa nos va a suponer un trauma. En cuanto a lo de disfrutar de las dramatizaciones… supongo que será de las suyas propias, porque es un teatrero de mucho cuidado. Una vez más, como diría el abuelo, menudo cuajo las de la guardería.

Lo dicho, 19 suspensos de 33. Hemos estado dudando mucho sobre si irnos de vacaciones o comprar un cargamento de cuadernillos Santillana y quedarnos en Madrid repasando todo el verano. Tras mucho debatir y buscar el origen del problema, mi marido y yo hemos llegado a una sensata conclusión: La seño le tiene manía (y a mí también).

Lo bueno de la logse es que el niño pasa de curso igualmente así que, como una familia española al uso, olvidaremos el fracaso escolar de nuestro primogénito y  disfrutaremos del sol y la playa. Que tengan ustedes un buen verano.