Como decían los Nikis (y así le doy la excusa a alguien que lleva mucho tiempo sin llamarme facha), hace mucho tiempo que se acabó, pero es que hay cosas que nunca se olvidan.
No creáis que no me lo he pensado bien. El hecho de que el penúltimo post del blog del Gremlin esté dedicado a Miss Gwilt, y a una tal Maribel, se me hace un poco flojo. No te ofendas, Gwilt, pero el Dr. López-Ibor, tú y yo sabemos quién es (o no es) Maribel.
Dos años me ha durado la aventura bloguera. No está mal si tenemos en cuenta que dos meses me duró aquello de coleccionar códigos de barras para hacer un cuadro (que por supuesto nunca he hecho, pero los 10.000 códigos están maravillosamente organizados por colores y tamaños en el trastero) o que dos semanas me duró la fiebre del patinaje en línea (para alivio de la Tigre diré que los patines descansan ahora en el trastero junto a los códigos de barras). Pensándolo bien, lo mejor de cerrar el blog es que no me ocupa sitio en el trastero.
Dos años es una barbaridad. Más o menos lo que ha tardado la Tamagochi entre asomar la cabeza al mundo y poner a su hermano mayor firme.
¿Motivos? No me sobran, como a Sabina, pero algunos tengo. Entre ellos el miedo atroz a que la Madre Superiora del colegio nuevo de El Gremlin me suelte una colleja si algún día me descubre escribiendo alguna impertinencia. Y la verdad, si no es para escribir impertinencias… ¿para qué estoy aquí?
El blog ha sido el mejor juguete que he tenido nunca, con permiso de la autocaravana de Chabel. En ocasiones ha llegado a ser tan adictivo como un cóctel de Candy Crush con Trankimazín, pero ningún juguete es perfecto. Me he reído mucho, alcanzando su cota máxima una tarde de domingo de junio. Estoy segura de que mis socias se acuerdan de aquello, porque nuestros maridos estuvieron a punto de pedirle al citado López-Ibor un descuento de grupo. También me reí mucho, muchísimo, hace un año, con el peripatético sorteo del Gremlin, en aquella peregrina pugna magistralmente dirigida por Pri, entre la Tigre y la advenediza López. Dicen que el sorteo de Navidad de este año da miedo, pero La Caballé no es nadie al lado de aquel Gremlin mutilado y decapitado por el que esas dos insensatas estuvieron a punto de matarse.
Pero no sólo me he reído yo, sino que también se han reído de mí, y si no, que se lo pregunten a la más insensata de todas, la que sin apenas conocerme se la jugó a los chinos enviándome un Gremlin de ganchillo. A la vista de los resultados, parece que sabía lo que hacía.
Siguiendo la línea musical, que hoy me siento ochentera, diré a lo Torroja que aunque fui yo quien decidió que ya no más, y no me canse de jurarte que no habrá segunda parte, me cuesta tanto olvidarte. Y es que ha sido toda una experiencia religiosa. Si no fuera por el blog, ahora mismo no tendría un montón de anécdotas objetivamente relatadas sobre mis hijos o no habría organizado con las socias un #15J, que es de lo más divertido en lo que he participado desde aquel Belén viviente en el internado, cuando abrimos un extintor para dar el «efecto nieve». Si no fuera por el blog, habría ahorrado bastante dinero en ginebra pero jamás habría aprendido cómo insertar un código html (vale, esto último sigo sin saber hacerlo, pero todas os sentís muy importantes cuando lo decís y quería escribirlo yo también). Si no fuera por el blog, y esta sí que es gorda, no habría dejado de fumar. Carambolas de la vida.
Gracias a los que habéis pasado por aquí de puntillas, aunque no hayáis comentado nunca. Comentar es una pereza y un dolor, lo sé, pero subíais la estadística y eso a todo el mundo le alegra, para qué engañarnos.
Gracias a los que sí comentabais, por vencer a la pereza y el dolor y por ser más majos que todas las cosas (en este apartado incluyo un agradecimiento efusivo a los trolls, que tanto juego nos habéis dado).
Y gracias a los que os habéis dejado conocer, y con los que he compartido desde un chocolate con churros hasta un agua con hielo pasando por un granizado, un vino blanco o una frasca de crema de orujo. No sólo de GTs vive y bebe la madre del Gremlin.
Si me buscáis, estaré por Twitter, que una cosa es dejar el Candy Crush y otra quitarme las benzodiacepinas.
Os quiero, hermosos.
M. G.
PD1: Os alegrará saber que, desde hace aproximadamente un mes, mi gremlin ya me come. Claramente era una señal del destino.
PD2: Para desdramatizar el tema de las despedidas, os dejo una jota repreciosa y muy sentida con la que me siento súper identificada. Pelos como escarpias.